Hace poco regresé de unas vacaciones con mi familia, con muchas
actividades divertidas. Es interesante, porque cuando miro hacia atrás
para recordar el viaje, siento que las mejores partes fueron aquellas en
el medio de esas actividades.
Por ejemplo, amamos las noches en que simplemente pasábamos el tiempo
en el condominio donde nos hospedábamos. Y las comidas simples e
informales que hicimos cuando no salíamos a comer fueron las mejores de
todas. Incluso el largo trayecto en auto desde el aeropuerto al final de
nuestro viaje generó un grandioso debate que no olvidaremos. Fue
durante esos momentos del medio, cuando tuvimos las mejores charlas y
crecimos como individuos y como personas.
Creo que la misma idea aplica al trabajo; el tiempo en el medio de
las reuniones y los grandes eventos muchas veces es el más valioso. Eso
no quiere decir que las reuniones no sean importantes, lo son. He
escrito mucho, incluso un libro entero, acerca de lo importante de las reuniones y la necesidad de que sean grandiosas.
Pero estoy asombrado por todo lo que sucede en mi compañía en el
tiempo que transcurre entre las reuniones. Muchas de nuestras nuevas
ideas, incluso libros enteros, han cobrado vida durante el almuerzo o
esperando en el aeropuerto, o en el medio de una charla de oficina.
Sucede todo el tiempo.
Ahora, no puedo negar que parte de la razón de que esto sea tan
relevante para nuestra compañía es la configuración física de nuestra
oficina. Trabajamos en una gran oficina abierta, donde las
conversaciones pueden darse fácilmente. Si bien puede ser una receta
para la distracción (particularmente cuando estoy en la oficina porque
soy muy extrovertido), también permite tener conversaciones espontáneas.
Para las personas que trabajan en oficinas con paredes en diferentes
pisos y en diferentes edificios, alcanzar los beneficios del “mientras
tanto” es mucho más difícil. No puedo más que preguntarme cuánta bondad
se pierde debido a que “reuniones” espontáneas y orgánicas se llevan a
cabo. Quizás esa es una de las razones por las que la innovación ocurre
en pequeños start-ups donde los empleados están trabajando hombro a
hombro, no sólo durante las reuniones sino también entre ellas.
Las grandes organizaciones probablemente necesitan comenzar a pensar
acerca de cómo pueden hacer que personas clave pasen tiempo
desestructurado, superfluo, con otras personas clave. Recientemente leí
que Steve Jobs almorzaba a diario con el jefe de Diseño de Apple. Eso
explica mucho y tiene sentido que el diseño estuviera a la vanguardia de
la innovación y el éxito de Apple. Jobs encontró una forma de
asegurarse conversaciones regulares y orgánicas en esos momentos del
medio, con personas clave.
Un autor y amigo, Matthew Kelly, escribió que la única forma de que
la verdadera amistad florezca es que las personas experimenten lo que
llama un “sin tiempo descuidado"; momentos en los que no hay agendas o
presión de tiempo. Creo que los mejores equipos de liderazgo, las
compañías más saludables, los mejores matrimonios y familias, entienden
el valor de encontrar un ocasional “sin tiempo descuidado”. Pero sé que
no es fácil. Como casi todo, requiere que dejemos de lado la culpa que
sentimos cuando no podemos calcular el retorno de la inversión para el
“mientras tanto”. Requiere que tengamos la sabiduría y el coraje de ser
intencionalmente ineficientes e improductivos, sabiendo que las personas
y las organizaciones que lideramos se volverán al final más efectivas y
exitosas como resultado.
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