Richard Boyatzis se presentó en ExpoManagement 2006 y dejó en claro que los grandes líderes saben cómo inspirar a la gente para obtener el máximo desempeño.
Si hay algo que no pueda decirse de este experto en inteligencia emocional es que sea inexpresivo. Bailando al ritmo de “Respect” de Aretha Franklin, Richard Boyatzis se presentó ante los asistentes a su conferencia “Cómo liberar el poder de la inteligencia emocional” y desde ese momento se adueñó del escenario, haciendo poner de pie a los asistentes mientras aplaudían y bailaban. El autor -junto a Daniel Goleman- de El líder resonante crea más abrió la charla diciendo que “intentar lograr el liderazgo sin inteligencia emocional es como intentar bailar sin música”. Luego propuso a los asistentes que pensaran en un líder con quien o para quien hayan trabajado, alguien que haya logrado sacar lo mejor de cada uno, aquella persona con quien o para quien volverían a trabajar si existiera una nueva oportunidad.
Así, también los invitó a pensar en un líder con quien o para quien hubieran trabajado pero, esta vez, que desearían evitar o que los hubiera dejado con ganas de lograr algo más, es decir aquella persona que hubiera sido preferible que trabajara para la competencia y no al lado de uno. A continuación los invitó a recordar cómo actuaban, qué decían y cómo los hacían sentir a cada asistente y al resto de sus compañeros de trabajo.
“Cada vez que hago estas preguntas en cualquier parte del mundo -dijo-, las respuestas son siempre las mismas: los líderes que sacan lo mejor de uno motivan, comprometen, inspiran, escuchan y hacen sentir a las personas como parte de algo importante. El otro tipo de líder responsabiliza al resto cuando algo no sale bien, se encuentra siempre a la defensiva y hasta a veces llega a ser amenazante”.
Para Boyatzis -quien también es director del departamento de Conducta Organizativa de la Weatherhead School of Management de la Case Western Reserve University-, el liderazgo es una relación que permite que estar en la misma sintonía o longitud de onda de todos los demás. A ese líder que logra eso con su equipo lo llama “líder resonante”.
El “síndrome del sacrificio”
Existen líderes para quienes ocupar ese rol significa un sacrificio que, indefectiblemente, genera estrés. Esa situación estimula el sistema nervioso parasimpático que generará la activación de ciertas hormonas: por un lado pueden activarse la epinefrina y la norepinefrina y, por el otro, los corticosteroides. Las dos primeras provocan aumento de la presión sanguínea, los músculos largos se preparan para la batalla o la huida (se tensan), el cerebro desconecta los circuitos neuronales esenciales y hace que nos volvamos menos abiertos, flexibles y creativos. Por su parte, los corticosteroides provocan el debilitamiento del sistema inmune sano, se inhibe la formación de nuevas neuronas y sobreestimula las neuronas más antiguas, que terminan contrayéndose.
El resultado: el cerebro pierde la capacidad de aprender; nos sentimos ansiosos, nerviosos, hasta deprimidos; percibimos lo que la gente dice o hace como una amenaza o como algo negativo, y se termina generando más estrés. Finalmente, lo que sucede es que se contagian estos sentimientos, provocando aún más estrés en uno mismo y en los demás.
Ese “sindrome del sacrificio” provoca una disonancia en el líder que se traduce en sentimientos ocultos de que algo no está bien y en una sensación de infelicidad. También lleva a la negación: la vida se vuelve mecánica, sin sentido y muy distinta de lo que alguna vez se soñó; las reflexiones resultan siempre negativas, en una sensación de que todo debe ser solucionado porque nada está bien. Así mismo, se recurre a justificar el comportamiento propio y a culpar a los demás, y a simular en el hogar o en el trabajo.
Quienes sufren de ese sindrome del sacrificio, dice Boyatzis, son malos líderes.
Los “líderes resonantes”
Pero no todo estaría perdido para ellos. Boyatzis aconseja renovarse para poner en funcionamiento el sistema nervioso parasimpático. ¿De qué manera? Si el líder se propone comprender a alguien, preocuparse por él y comenzar a hacer algo que contribuya a su bienestar, esto despertará su compasión y, por procesos bioquímicos inversos a los generados por el estrés, liberará otras hormonas que provocarán una sensación de esperanza, optimismo, paz o entusiasmo “pero con la mirada puesta en el futuro”.
¿Cómo se hace un gran líder? ¿Cómo se logra una resonancia del líder? Según este especialista en inteligencia emocional, los grandes líderes cumplen con ciertas características:
Están en perfecta sintonía de mente, cuerpo, alma y espíritu.
Inspiran a los demás a través de la esperanza y la visión.
Irradian compasión.
Crean y mantienen esa resonancia a la que hacía mención.
El desafío del instructor y del líder, dice Boyatzis, es llevar adelante el ciclo de sacrificio y renovación con conciencia, esperanza y compasión. La compasión entendida como el deseo de actuar sobre el cuidado y comprensión de los demás, atendiéndolos, cuidándolos, entendiendo sus experiencias. La esperanza en el convencimiento de que podemos lograrlo, siendo optimistas acerca de un futuro mejor y posible. La conciencia “es estar despierto, alerta, expectante y en perfecta sintonía con nosotros, con los demás y con el mundo que nos rodea”. Estar inspirados, aconsejó Boyatzis, para poder inspirar a los demás. “No queremos aburrirnos ni tener una vida rutinaria. Y los que trabajan con nosotros tampoco quieren aburrirse ni tener una vida rutinaria”, enfatizó.
Fuente:
Fernando Menéndez Hurtado
Intermanagers.com
HSM Group.
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