Queremos discutir en esta nota de opinión, finalizado el conflicto Campo-Gobierno, al menos la parte más dura, reflexionando un poco, intententaremos explicar lo que desde nuestro punto de vista es básico, necesario y fundamental, y que no ha sido tratado en profundidad, esto es la existencia de otros campos, que hay varios campos, que no es la cuestión ente el campo y el gobierno, sino que hay muchos campos y el campo más importante en términos de población, de compromiso con la tierra, de su situación realmente difícil y complicada, que no es de hoy sino que ya viene de tiempo atrás, es justamente el otro campo. El campo de los pequeños productores, del campesino, de los agricultores familiares, de los descendientes de los pueblos originarios.
¿Por qué queremos poner énfasis en esto? Porque la discusión se ha centrado en los pasados 120 días que duro el conflicto entre la capacidad que supuestamente tiene o no, según los que los defienden, los productores agrarios de un sector de la Pampa Húmeda –no toda– y la política oficial en cuanto a la imposición de derechos de exportación. Y en cambio se sigue sin hablar de que cualquier política sectorial, cualquier avance que se haga en términos de ir creando especiales tributos a un segmento de la actividad agropecuaria argentina que no puede realizarse aislada de un marco de un proyecto de desarrollo rural integral que abarque a los 330.000 productores agrarios que hay hoy en la Argentina.
Nos parece que hay otra cosa muy importante que habría que tener en cuenta en este debate y que no fue abordado. Es lo que todavía no se discute, y ojalá se discuta muy pronto, es la política de desarrollo de la amplia estructura agraria de la Argentina, que es muy heterogénea, que tiene un perfil social tan diferente entre un productor de 3000 hectáreas de la Pampa Húmeda y el pequeño productor de frutas del Alto Valle, o el pequeño productor de uva de mesa en la región cuyana, o los pequeños productores de olivo que están en franca desventaja frente a los grandes grupos económicos favorecidos por la ley de diferimientos impositivos. Estamos hablando de un proceso productivo signado por la presencia de dos terceras partes del país de pequeños productores, de los cuales prácticamente el 50 por ciento del total no tiene ingresos, o sólo los tiene para subsistir o, incluso, menos que eso. Un 40 por ciento son pobres.
Nos parece que esta discusión vale la pena hacerla no por el porcentaje de derechos de exportación, sino porque hay que reconocer el proceso que atraviesa a lo largo y ancho del país el área rural, que exige una política concertada que tenga como principal objetivo el salvataje de ese 50 por ciento de pequeños productores para que puedan seguir con sus actividades, que son de suma importancia en la estructura productiva y para que sus condiciones de vida-sobreviven-sean mejores. No como el gran productor o como el mediano de la Pampa Húmeda, que vive en la ciudad. El que vive en su finca, con su familia, que cuida la tierra, que trata de sobrevivir trabajando con el mercado, produciendo para su propio consumo o incluso vendiendo su fuerza de trabajo extrapredialmente para tener los ingresos necesarios.
Entonces estamos en una situación en donde tenemos que valorizar el material humano que hay en la estructura agraria argentina. El 50 por ciento de lo que se consume en los hogares argentinos en comida proviene de la agricultura familiar. Proviene del pequeño productor, que hace legumbres, hortalizas, frutas, yerba mate, té, productos aromáticos, etcétera. Esto es muy importante, porque es nuestro respaldo para que no emigre más la población rural del interior. Es nuestro seguro para la ocupación de la tierra por las familias productoras. Exige una atención permanente para ellas en términos de su calidad de vida, en términos de los bienes públicos que se les debe ofrecer: de salud, de educación, de vivienda, de forma tal que su permanencia en su predio constituya un objetivo a mediano y largo plazo, y garantice el no abandono.
Es muy importante reconocer que es ocioso dedicarle tanto tiempo a la discusión de los porcentajes de las retenciones- 30%, 34.5% o 45%- cuando existen urgencias tanto o más importantes en la estructura agraria argentina, que tienen que ver con la permanencia de no menos de un millón de habitantes que viven en los predios. Y con el equilibrio demográfico de la Argentina, que se debe tratar de mantener a toda costa para evitar el vaciamiento de zonas muy importantes del interior, sobre todo del norte, del oeste y del sur del país.
En síntesis, lo que nos parece muy importante, y es lo que queremos aportar en esta discusión, es situar este problema en el contexto de un programa de desarrollo rural que atienda sobre todo a los más débiles, a los más pobres, a los más necesitados, que son mayoría en la estructura agraria argentina.
Efectivamente, el debate está abierto, debe abrirse mucho más, debe consultarse a todos, a los grandes, a los medianos y a los pequeños. Debe consultarse al Foro Nacional Campesino, que representa mucho más que los productores sojeros del país. Estamos hablando de seres humanos, no de plata. Y debe consultarse a los profesionales que conocen el tema, los que vienen de la universidad pública, de la querida universidad pública, de la castigada universidad pública.
Alejandro Rofman (Plan Fénix) sumado a algunas opiniones de Federico Papp.
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